Para George Monbiot, periodista de The Guardian, los capitalistas más despiadados que existen no son ni los bancos ni las compañías aseguradoras sino las editoriales académicas. Tal es su avaricia que piensa que el tiburón de los negocios Rupert Murdoch, comparado con éstas, parece un socialista.
Y es que si comparamos el negocio de las editoriales con el de Murdoch, las cifras son cuanto menos inquietantes. Para acceder durante 24 horas al Times y Sunday Times es necesario pagar 1 euro, con accesos y descargas ilimitadas. Sin embargo, la lectura de un solo artículo publicado por una de las revistas de Elsevier cuesta 31,50 dólares. En Springer serían 34,95 dólares y la cifra de Wiley-Blackwell asciende hasta los 42 dólares. Las adquisiciones en papel tampoco se libran. El coste medio de una suscripción anual a una revista, por ejemplo, de química, es de 3.792 dólares.
Pero el verdadero negocio se encuentra más allá de estos precios, opina el periodista. Retomando el ejemplo de Murdoch, al menos éste paga a sus periodistas y editores que le generan los contenidos que luego vende. Sin embargo, las editoriales académicas obtienen los artículos de los investigadores, pagados con el dinero de todos los contribuyentes a través de la concesión de becas del estado. Las cifras de retorno, por lo tanto, son astronómicas con un 36% de beneficios en algunos casos.
Más importante es que en muchos casos, a pesar de pagar, las bibliotecas no pueden decidir sobre el producto que reciben. En el caso de bibliotecas universitarias muchas veces se ven obligadas a realizar una suscripción de todo un paquete de revistas, tanto si están interesadas en todas ellas como si no.
Las editoriales se defienden argumentando que estos precios son necesarios para cubrir los costes de producción y distribución, y que también han de mantener el prestigio de sus marcas que es lo que le otorga un valor añadido a sus publicaciones. Sin embargo, con un beneficio de casi el 40% es difícil de creer.
Según Monbiot, estamos ante un claro ejemplo de capitalismo despiadado. Lo considera un impuesto sobre la educación y cree, incluso, que va en contra de la Declaración de los Derechos Humanos que reconoce que la ‘persona tiene derecho a participar en el progreso científico y sus beneficios’.
La publicación en acceso abierto podría ser una solución alternativa y ha conseguido importantes éxitos, pero no ha logrado desplazar unas prácticas cercanas al monopolio. Y en estos tiempos de crisis en los que las instituciones educativas (y sus bibliotecas) se ven obligadas a recortar en gastos, resulta imposible seguir el ritmo que marcan las editoriales académicas.
En este panorama, la adopción de un nuevo modelo resulta cada vez más necesaria. Un modelo que rompa con una situación de monopolio y en el que se tenga en cuenta tanto las necesidades de los editores como las necesidades de los usuarios.
Fuente: The Guardian 29 agosto 2011
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