El pasado 16 de diciembre se aprobó en el Congreso de Estados Unidos la ley denominada The Research Works Act. Para algunos colectivos, está legislación supone un punto y a parte en la relación que hasta ahora habían mostrado las editoriales científicas con científicos e investigadores, por ejemplo, Mike Taylor de la Universidad de Bristol la califica en un artículo publicado en the Guardian como "una declaración de guerra por parte de las editoriales". Uno de los puntos más controvertidos es que dificulta a los gobiernos exigir el libre acceso a los resultados publicados de las investigaciones financiadas con dinero público.
En su artículo Academic publishers have become the enemies of science, Taylor anima a todos aquellos interesados a escribir a los organismos que entran en juego, en el caso de Estados Unidos, a la Association of American Publishers, y hacer presión para que se contemplen otras opciones. Además, analiza la manera en que las editoriales se benefician del trabajo científico, no publicando estas investigaciones, sino más bien, restringiendo el acceso a las mismas, lo que se convertirá en un atentado contra el progreso de la ciencia.
Esto mismo era presentado en la revista The Economist, en su artículo The price of information. En el texto se presenta el boicot que ha iniciado el matemático Timothy Gowers, de la Universidad de Cambridge, a Elsevier. Su iniciativa ha sido apoyada por más de 4.000 científicos de todo el mundo. Este boicot comenzó con una entrada del matemático en su blog, en la que manifestaba su descontento por las "discutibles" prácticas de la editorial hacia el ámbito académico-científico. Uno de los puntos en el que hacía hincapie era los altos precios de sus productos, la práctica de vender paquetes de revistas cerrados sin posibilidad de suscripciones a revistas concretas, la negativa a negociar los precios con las bibliotecas universitarias y, por último, el apoyo de esta editorial a la ley Research Works Act.
Fuente: artículo publicado en The Economist el 4 de febrero de 2012, y artículo publicado en The Guardian el 16 de enero de 2012.
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