En 1984 ocurrieron unas cuantas cosas no previstas por Orwell. Por ejemplo, Pepa Rodríguez llegó a la Biblioteca de Económicas y se puso manos a la obra. Una obra cuya naturaleza y duración ni ella ni nadie podía prever, así que la abordó de esa curiosa manera que usamos los humanos para esquivar la incertidumbre: como si fuese eterna.
Durar 30 años es casi como no durar, lo más parecido sencillamente a ser. Durante todo este tiempo hemos podido disfrutar del espejismo de que Pepa formaba parte ineludible de lo real, y con ella una serie de rasgos no por consabidos menos escasos, ese tipo de virtudes que suelen esconderse en el interior de quienes no alardean de ellas. Treinta años de naturalidad, de sentido común, de alergia a los conflictos estériles, de delicadeza y fidelidad, de falta de afectación, son muchos años (¡y tan pocos!).
Cabe, por otra parte, mencionar su contribución a la conservación en el acervo castellano de la expresión Toma del frasco, Carrasco, que sin ella se habría perdido.
Treinta años durante los que Pepa, igual que la madre para el hijo, nunca abdicó de su crucial función: estar ahí. Claro, que los hijos, ay, crecen y les enseñan a contar en trienios. Qué vamos a hacer, sino estar agradecidos.
Por todo ello, decidimos hacerle un homenaje el pasado miércoles 18 de febrero mediante una sencilla pero emotiva fiesta, a la que asistieron muchas personas de los distintos estamentos de la Universidad, dando muestras del afecto, respeto y reconocimiento que ella merece.
Está claro que va a dejar un recuerdo imborrable entre todos, por lo que te decimos ¡HASTA SIEMPRE, PEPA!
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