Decía Arthur C. Clarke, con gran desdeño, que él no escribía «Ciencia-Ficción», que lo suyo era la «Ficción científica» —vamos, una castaña—, o como viene denominándose en los últimos tiempos, «Ciencia-Ficción dura» (Isaac Asimov, Robert A. Heinlein, el propio Arthur C. Clarke, etc.), en la que se le concede a la narración una especial relevancia a los detalles científicos-técnicos, en oposición a la «Ciencia-Ficción blanda» (Ray Bradbury, Ursula K. LeGuin, Philip K. Dick, etc.), cuyas señas de identidad son las licencias que se toma en cuanto al rigor científico en favor de una mayor calidad literaria, en aras, digámoslo así, de descifrar los misterios de la condición humana. Hasta aquí el fusilamiento de la Wikipedia, que aunque uno se tiene en gran estima, no da para tanto, para que nos vamos a engañar.
De acuerdo, de acuerdo... Lo de «castaña» no era más que una boutade. Lo que pasa es que a falta de escritores que aúnen con solvencia estilo y contenido en este género, demasiado a menudo, la «Ciencia-Ficción dura» ha estado dictada por autores con escaso o nulo talento literario. Por lo que aquellos a los que suelen caérsenos de las manos los libros con demasiada facilidad, en cuanto a ciencias ficciones se refiere siempre acabamos en los brazos de la «Ciencia-Ficción blanda» por mucho que su rigor científico ruja como un láser en el espacio.
"Nacido de hombre y mujer y otros relatos espeluznantes" (Gigamesh, 2014) recoge 42 de los primeros relatos de Richard Matheson, publicados entre 1950 y 1954 en lo que podrían ser sus inicios literarios dentro de una «Ciencia-Ficción blanda» bastante más heterogénea de lo que género pueda implicar, ya que sus temáticas abarcan desde la «Ciencia-Ficción» más clásica hasta el terror o el misterio pasando por la fantasía paranoide, pero casi siempre de la mano, éso sí, de dos de sus recursos estilísticos preferidos: por un lado, el suspense; y por el otro, esa última frase que viene a redefinir el sentido del relato y que nos deja con una irónica sonrisa en la boca; o, en román paladino, con el -"culo torcío".
Richard Matheson es, sin duda, todo un clásico de la Ciencia-Ficción cuya influencia llega hasta nuestros días (que le pregunten si no a Stephen King o a Steven Spielberg). Pero no nos engañemos con este primer volumen de relatos (el segundo y último volumen, "Pesadilla a veinte mil pies y otros relatos espeluznantes", aún está pendiente de publicación en España también en Gigamesh), porque por brillante que sea nuestro autor, que lo es, no hay que perder de vista que se trata de los inicios de un escritor, por lo que los relatos recogidos en este volumen abarcan un amplio espectro en cuanto a forma y valía.
En términos del propio «Don Paranoias», como él mismo se autodefine en la esclarecedora Introducción, se trata de historias fruto de sus propias obsesiones, de su propia paranoia, con la finalidad de que ésta no dañe su vida personal, «liberándola, con estallidos controlados, en sus relatos» y «dotando de existencia un ámbito complejo de fantasías», donde el tema recurrente siempre será «el individuo aislado que trata de sobrevivir en un mundo amenazador». De ahí que sea tan frecuente que sus relatos partan de un escenario realista y cotidiano —y hasta banal, si se quiere—, en el que el lector puede reconocerse e incluso sentirse interpelado, para girar bruscamente hacia lo excepcional e inesperado, por ilógico, con toda su carga de dramatismo, sin excluir, no obstante, un fino sentido del humor cuando éste se adecua al relato.
Pero lo que no suele leerse en las reseñas de Richard Matheson es lo rematadamente bien que escribe, sus cualidades transversales como narrador. Con un estilo en las antípodas de la verborrea, claro, conciso y correcto, deudor de la mejor tradición norteamericana, y con unos diálogos portentosos, nos encontramos ante un maestro de la narración pura y dura. Desde la primera frase, puede sentirse cómo el anzuelo te tira de la boca y te arrastra a través de las páginas hasta esa última frase que te hace volver al principio del relato aunque sólo sea mentalmente.
Con estas señas de identidad, no son de extrañar las numerosas adaptaciones cinematográficas («El increíble hombre menguante», «Soy leyenda», «Más allá de los sueños», etc.) y televisivas (mención especial de las que llevó a cabo de muchos de sus relatos, en los años 60, la mítica serie de televisión «The Twilight Zone», rebautizada en España como «La dimensión desconocida») que se han realizado de sus obras, así como su fichaje como guionista por Hollywood y varias series de televisión.
Y poco más... ¡Ah, sí! Un mandamiento nuevo os doy: "Nacido de hombre y mujer y otros relatos espeluznantes", de Richard Matheson.
"escaso o nulo talento literario"... un tanto pretencioso.
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