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miércoles, 15 de febrero de 2017

Nuevos rumbos para los humanistas



Suele pensarse que las humanidades y las ciencias son campos opuestos que jamás podrán encontrarse. Pero resulta que esa creencia está siendo cada vez más desacreditada. Existe una tendencia actual a que científicos y humanistas trabajen en conjunto, debido precisamente a que cada vez más la tecnología necesita los parámetros que imponen las humanidades.

Hace ya tiempo que se habla de Humanidades Digitales, término que sirve para calificar esa área de investigación y creación donde convergen las humanidades y la tecnología informática y robótica. Lo cierto es que en la actualidad, se estima que cada vez habrá más espacio para los filósofos y los letrados en los laboratorios. Se busca que ellos controlen los principios de la llamada inteligencia artificial, es decir, aquellos programas informáticos diseñados para realizar determinadas operaciones propias de la inteligencia humana.

La robotización, cada vez más frecuente en nuestro mundo contemporáneo, necesita de las medidas que manejan las humanidades para conciliar la convivencia con los hombres. En ese sentido, se apela al trabajo de juristas, filósofos, sociólogos y psicólogos. Dicha labor ya se está implementando en varias universidades e instituciones científicas del mundo. Por otra parte, áreas como la geografía y la antropología utilizan de forma cotidiana los avances de la tecnología digital.

Pero no solo hay espacio para los más doctos sino también para los artistas. Existe una tendencia cada vez mayor a hacer interactuar el arte con las nuevas tecnologías. Se busca que la literatura, por ejemplo, sea cada vez más digital y ofrezca nuevas formas de lectura que permitan al lector decidir sobre el texto, tal como han hecho el narrador estadunidense Michael Joyce o el poeta uruguayo Luis Bravo.

Algo similar ocurre con las imágenes visuales (fotografía, pintura, cine, audiovisual, historia del arte) que ofrecen a los artistas la posibilidad de experimentar en terrenos desconocidos y dialogar con espectadores cada vez más partícipes.

En épocas donde gran parte de la población mundial se enfrenta diariamente a la pantalla de un ordenador, un móvil o un iPad, las opciones son múltiples y diversas. Si bien los humanistas han sido lo más reacios a esa inclusión tecnológica en la vida cotidiana (Umberto Eco distinguía hace ya décadas entre “apocalípticos” e “integrados”), ahora existe la posibilidad de sumarse a ese nuevo ritmo, no como simples usuarios sino como productores de contenido.

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