Seguramente cuando Stephen King publicó en 1974 Carrie, no pensaba que esa sería la primera de una extensa lista de adaptaciones cinematográficas inspiradas en su obra. El encargado de llevarla al cine fue Brian de Palma, uno de los directores que por aquella época estaban revolucionando Hollywood con nuevas formas de encarar el terror y asustar a las grandes masas.
Para ese entonces había ya dirigido casi diez películas y contaba con el apoyo de la United Artists. A eso sumó un grupo de incipientes actores: Sissy Spacek, Amy Irving y un desconocido John Travolta. Y la historia, por supuesto.
King había cosechado su primer gran éxito dos años antes con la historia de una chica tímida que es continuamente burlada por sus compañeros de colegio y maltratada por su madre (una fanática religiosa), pero que desarrolla poderes telequinésicos como forma de canalizar su rabia.
El resultado era bueno: una novela donde se mezclaba lo social con lo irreal. King estaba inaugurando un estilo que aún mantiene vigente cuarenta años después. Concederle al terror un carácter social, mucho más mundano que el que se escribía hasta ese entonces, e identificable para el gran público lector. Desde entonces, lo ha explicado innumerables veces en los prólogos a sus libros: contar las historias extraordinarias que les ocurren a los personajes ordinarios.
En verdad, lo que King estaba planteando en esa novela eran cuestiones comunes en su tiempo y su cotidianeidad: el bullying adolescente, el fanatismo religioso y el modo de vida de la clase media americana, al que le sumó una cuota de fantasía con la capacidad que tiene la joven Carrie de mover objetos con solo pensarlo. Muchos años después reveló que para escribir esa historia se inspiró en una estudiante que tuvo en la Universidad de Maine, continuamente acosada por sus compañeros y que terminó por suicidarse.
Si bien la adaptación cinematográfica de Carrie tiene algunas variantes (como suele ocurrir), De Palma supo aprovechar estos recursos para sacarles provecho. El resultado es ya una película icónica. Las imágenes finales de Carrie bañada en sangre, destruyendo el baile de graduación con ojos llenos de ira, son parte de la cultura pop de las últimas décadas.
La atmósfera agobiante que generan las situaciones que Carrie vive por un lado, con sus compañeros de clase y por el otro, con su enfermiza madre, es uno de los atributos más logrados en el cine de miedo, conseguido por muy pocas películas. La banda sonora del italiano Pino Donaggio, eterno compañero de De Palma, contribuye notoriamente con ese clima.
El film se convirtió rápidamente en un éxito tanto de público como de crítica. Obtuvo dos nominaciones a los premios Oscar y a los Globos de Oro (algo no muy frecuente en el género) y ganó el primer premio en el Festival de Avoriaz. Tal fue el éxito que tuvo una secuela en 1999 y un remake en 2013 (con destacada actuación de Julianne Moore, por cierto).
Pocas veces un libro y su adaptación cinematográfica consiguen convertirse, independientemente, en símbolos de la cultura. En este caso, Carrie lo consiguió.
Imagen: IMDb
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