Hace años, leyendo el
periódico en la cafetería de la facultad, se me acercó un compañero y al mirar
por encima de mi hombro me espetó: cómo puedes leer lo que ocurre en
Carabanchel con lo que está pasando en el mundo. Me lo soltó como un reproche,
como si yo fuera un frívolo por leer las noticias locales en vez de atender a
un tiroteo en Houston o a un levantamiento campesino en la India. ¿Estaría desubicado
en mi propia cercanía? ¿Se me habían atrofiado las inquietudes porque al leer,
por ejemplo, Las uvas de la ira, me costaba más empatizar con la familia
Joad que con la familia de Paco El Bajo en los Santos inocentes? A mí el peregrinaje de los Joad no me emocionaba del mismo modo que el de los miles de extremeños o andaluces que emigraron del campo a los suburbios de las ciudades, persiguiendo una prosperidad labrada a base de madrugones imposibles y manos
agrietadas de poner ladrillos o fregar escaleras. Entiendo las penurias de los Joad, pero las otras las vivo, las siento. Las otras son mis abuelos.
A ver si voy a ser raro, me decía. ¿Has leido a este autor? Y yo, no. ¿Y a este? Y yo otra vez, no. ¿Y tú, has leído a este, y a este, y a este, y a este? Pero qué dices, qué cutre, ¿no? A esos no los lee nadie, me decían. Ser un provinciano en un mundo multicultural parecía ser lo peor que se podía ser. Y sin embargo pensaba (y sigo pensando) que hay demasiada gente que mira el mundo con unos prismáticos al revés, agrandando lo más lejano e ignorando lo que está a la vuelta de la esquina.
A ver si voy a ser raro, me decía. ¿Has leido a este autor? Y yo, no. ¿Y a este? Y yo otra vez, no. ¿Y tú, has leído a este, y a este, y a este, y a este? Pero qué dices, qué cutre, ¿no? A esos no los lee nadie, me decían. Ser un provinciano en un mundo multicultural parecía ser lo peor que se podía ser. Y sin embargo pensaba (y sigo pensando) que hay demasiada gente que mira el mundo con unos prismáticos al revés, agrandando lo más lejano e ignorando lo que está a la vuelta de la esquina.
Con esa mirada algo esquinada (lo confieso sin culpa, aunque
lo confieso) comencé a ver la literatura. Y descubrí cosas sorprendentes,
como que cuando le preguntan a un escritor por sus lecturas siempre se remonta
a tiempos pasados o a lugares lejanos, para apostillar dos preguntas más tarde
que ahora apenas se escriben novelas que merezcan la pena. Nadie, nadie, admite
leer a sus contemporáneos o a los que tienen cerca. Parecen vivir rodeados de
un páramo literario que se prejuzga continuamente pero que sin embargo nadie
lee.
Los planes de estudio y las publicaciones académicas tampoco
son ajenos a esta miopía literaria. Las revistas de literatura y los
suplementos culturales, en una espiral perversa, emplean a los escritores jóvenes
como críticos en vez de atender y promocionar sus obras. La industria editorial
española se mueve a rebufo de lo que funciona fuera, ya sea novela histórica,
ficción para adolescentes o tramas eróticas sin frases subordinadas. Algún
hueco queda, pero angosto: Anagrama por tradición, Penguin Random House porque son
tantos los sellos absorbidos que cabe todo, y Planeta porque tiene a Seix
Barral y su Biblioteca Breve. El resto son pymes editoriales que hacen lo que
pueden por respaldar a nuevas voces que luego, si destacan, son fichados por
los grandes clubes, como los futbolistas. Es ley de vida.
No sé quién conocerá los nombres de Isaac Rosa, Pilar Adón, Andrés Barba, Elvira Navarro, Sergio del Molino, Sara Mesa, Pablo Gutiérrez, Alberto Olmos, Lara Moreno, Jenn Díaz, Gonzalo Torné y tantos otros. Probablemente casi
nadie los habrá leído. Por eso la
Biblioteca de Humanidades se planteó como uno de sus
objetivos para 2017 y años sucesivos comprar, dar a conocer y promocionar a
aquellos autores que han cometido la osadía de escribir en la era de los
videojuegos, los youtubers y las series americanas. Y por eso también iniciamos
ahora una serie en CanalBiblos llamada Signaturas pendientes, un guiño a los libros que ya hemos incorporado a la colección y a los que quedan por llegar en el futuro.
Se trata, en fin, de que lo que a nadie le
importa empiece a importarle a alguien.
El título de la serie no puede ser más idóneo. Qué bien saber que se está apostando por la literatura contemporánea.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu entrada, A. Te estás convirtiendo en un auténtico escritor. En estos tiempos que corren...
ResponderEliminarMe ha gustado
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, A. Te estás convirtiendo en un auténtico escritor y en estos tiempos que corren...
ResponderEliminarestupenda entrada, me ha gustado mucho; sólo echo en falta enlaces a las obras de esos autores en el catálogo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarLa verdad es que pensé que, al estar todos los nombres juntos, saturaría esas líneas de enlaces. Pero creo que tienes razón y ya se puede acceder directamente a las obras de los escritores en el catálogo.
Gracias de nuevo por la sugerencia.