En todos los géneros artísticos nos encontramos con obras que aúnan la admiración tanto de crítica, como de público, que deleitan tanto a expertos como a neófitos. Obras que son revisitadas por cada nueva generación y que provocan emoción tanto al espectador más iconoclasta como al más conservador: La Novena Sinfonía de Beethoven, Kind of Blue de Miles Davis, la Sagrada Familia de Gaudí, el Guernica de Picasso, El Padrino de Francis Ford Coppola, Las Meninas de Velázquez…El cómic no iba a ser menos. Una de las obras más importante del género y que cumple estas características es Maus. Tanto es así que fue el primer cómic galardonado con el premio Pulitzer (1992).
Maus nos cuenta la historia de Vladek Spiegelman, el padre del autor, un judío de origen polaco que fue superviviente del campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. La historia está narrada desde el punto de vista del autor a través de los recuerdos de su padre. Es aquí donde asistimos a uno de los puntos fuertes de Maus: el uso de dos líneas argumentales, una en el presente y otra en el pasado. Por un lado, vemos la relación padre-hijo (el presente) donde somos testigos de los encuentros en los que Art Spiegelman entrevista a su padre para escribir su historia (presenciamos el acto de creación de la propia obra). Y por otro, el relato del padre (el pasado), la razón de ser del cómic, una historia dura que nos sitúa en los límites del ser humano (como también hizo Primo Levi con “Si esto es un hombre”). La confluencia de estas dos líneas argumentales consigue que no sólo se haga hincapié en el hecho casi sobrehumano de sobrevivir una situación tan extrema, sino que nos muestra a sus protagonistas como a personas que tienen que seguir enfrentándose a sus defectos y a la complejidad de sus relaciones con los demás, con sus luces y sus sombras.
El dibujo es de trazo duro y en blanco y negro, claramente influenciado por el expresionismo alemán de principios del Siglo XX. Pero lo que más llama la atención de Maus (“ratón” en alemán”) es la representación de sus personajes: animales antropomórficos. Los judíos son ratones; los alemanes, gatos y los polacos son cerdos. Art Spiegelman admite como fuente inspiración los dibujos animados de su infancia tipo “Tom y Jerry” en este punto. Esta elección del autor no es en vano. En el aspecto formal, con ello consigue llevar un paso adelante los convencionalismos gráficos del cómic y de las fábulas. En el narrativo, se nos representa la anulación de las identidades personales que en época de guerra son reducidas a la pertenencia a un bando o a una etnia.
Maus supuso un punto de inflexión en el mundo del cómic. Con él se definió de forma clara una de las vías más interesante del género: la independiente y biográfica. También consiguió un reconocimiento negado a otras obras fundamentales del cómic y ser recibida como una obra literaria en sí misma. En definitiva, un cómic que trata de igual a igual a cualquier otro tipo de obra narrativa, ya sea una película, una novela o un libro de memorias.
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