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miércoles, 20 de febrero de 2019

Profesionales del crimen (3): Todo lo que muere (John Connolly, 2004)

Charlie Parker es uno de esos detectives canónicos de la novela negra que crea adicción. Cuando se trata de él, todo sabe a poco; quieres más y pronto. Taciturno, perseverante hasta la obsesión, atormentado (¿cómo no?), perseguidor incansable de la justicia, aunque a veces la encuentre fuera de la ley..., exalcohólico que deja la bebida cuando se da cuenta de que no hay destilado capaz de embriagar su dolor. Y es que la vida le ha regalado la peor de las muertes: su esposa y su hija han sido asesinadas de un modo bárbaro y cruento. 

La última pelea con su mujer le lleva a un bar de la ciudad, donde intenta encontrar la serenidad etílica que le devuelva a su hogar. Sin embargo, lo que encuentra a su regreso es el escenario de una masacre, cuyas protagonistas, ya casi frías, son sus dos chicas. 

Así empieza todo. Así es el comienzo de una novela trepidante, que crea necesidad. Necesidad de seguir leyendo, de convertirte en el acompañante inseparable de Parker para ayudarle a encontrar al malvado.

El cuerpo de policía al que pertenecía le invita a abandonarlo sin demasiadas contemplaciones. Tras un tiempo perdido en las tinieblas del luto, decide continuar por su cuenta como detective privado. Transitará siempre por la delgada línea que separa la legalidad de lo que no lo es, hasta dar con él y hacer justicia... Su justicia.

Esta novela, Todo lo que muere, se publicó en 1999. Es la primera de la serie Charlie Parker, escrita por el autor irlandés John ConnollyLa traducción al español llegó en 2004 de la mano de Tusquets Editores y a cargo de Carlos Milla Soler. Ya acumula catorce entregas y el autor promete no matar, todavía, a nuestro detective, tocayo de uno de los más grandes saxofonistas del jazz. Cada vez que en una entrevista le preguntan por ese potencial final responde de manera similar: “Si yo muriera mañana habría gente, poca, que se entristecería. Si decido acabar con Charlie, habría gente buscando mi casa para pedirme cuentas." 

Tenemos entre nuestras manos pura novela negra, muy negra..., descarnada. El autor adereza con el ingrediente de lo sobrenatural, poco celebrado para los puristas del género, pero que no le resta ni un átomo de credibilidad. Me atrevería a decir que da aún más potencia, si cabe, a la trama.

John Connolly pone banda sonora a sus novelas, las suele acompañar de un CD con músicas seleccionadas por él. A España raramente llegan estas joyas de complemento. A mí me gusta que de fondo suene Van MorrisonY cuando el ronroneo de su voz te embriaga los oídos…, es el momento de entregarse a la negra tinta de la pluma de Connolly.


“Y me sentaré en el porche mientras el viento sostiene entre sus manos los árboles de hoja perenne, aplasta y moldea sus ramas para darles formas nuevas, crea una canción con su follaje. Y escucharé los ladridos de un perro, el roce de sus patas al arañar las tablas gastadas, el perezoso movimiento de su cola en el aire frío del atardecer; o el golpeteo contra la barandilla cuando mi abuelo prepara la pipa para apisonar dentro el tabaco, con un vaso de whisky al lado, cálido y tierno como un beso cotidiano; o el susurro del vestido de mi madre contra la mesa de la cocina mientras pone los platos para la cena, azul sobre blanco, una costumbre más vieja que ella, tan vieja como la casa.
O el chacoloteo de unos zapatos con suela de plástico que se desvanece a lo lejos, desaparece en la oscuridad, abraza la paz que al final llega a todo lo que muere.”


Imagen de la cubierta: planetadeloslibros.com 

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