Comenzamos el curso y retomamos nuestras campañas de recomendaciones de lecturas. Y lo hacemos con un clásico, el embrión de un género literario que transcendió más allá de las páginas de un libro y cobró vida en el cuerpo de Humphrey Bogart en una película con idéntico título.
El halcón maltés es una figura con forma de halcón e incrustaciones de piedras preciosas. Según cuenta la leyenda, habría sido un regalo que los Caballeros de la Orden de Malta le hicieran al emperador Carlos V, como muestra de agradecimiento.
Parece ser que la estatuilla nunca existió. Leyenda o realidad, sirvió para dar título y vértebra a la novela que nos ocupa. Un detective, Sam Spade, y su socio, Archer, reciben el encargo de vigilar a un tipo sospechoso. La primera noche de vigilancia termina con dos muertos: Archer y el propio sospechoso. Los hechos llevarán a Spade a tratar de resolver el caso, desde el principio intrigante y poco claro. Pronto descubrirá que la joven que había solicitado sus servicios no es más que una embaucadora. Además, él se convertirá también en objeto de persecución de Joel Cairo, un turco que cree estar convencido de que el detective tiene la joya más buscada, el Halcón Maltés.
A partir de aquí, todo se desarrolla de una forma trepidante y descarnada. El argumento, la prosa y el diseño de los personajes hacen que la lectura sea adictiva y voraz. Ese detective cínico y desencantado de todo, mujeriego, bebedor y transgresor de las líneas de la legalidad, logra con maestría atrapar el interés de principio a fin.
Esta novela está a punto de cumplir noventa años. Con ella nació un género literario, una nueva forma de contar el crimen. Este alumbramiento llega de la mano de un veterano de las dos guerras mundiales, enfermo de tuberculosis que había abandonado las aulas a los trece años para desempeñar múltiples y variados trabajos, entre ellos, el de detective. Empezó a escribir en la cárcel, estancia debida a la caza de brujas de la época. Su obra no es muy extensa, pero rápidamente acumuló éxito y beneficios. Pasó de la pobreza a la opulencia gracias, más que a las páginas escritas, a sus adaptaciones al cine. Se dice que por eso no escribió más, que prefirió dedicarse a gozar de los frutos ya que su enfermedad le auguraba una muerte temprana.
Él es Dashiell Hammett. Con él empezó todo. Padre de un nuevo género y de los arquetipos de los personajes del mismo. Maestro de todos los que vinieron después y de los que siguen llegando. Es un clásico necesario que hay que leer y releer siempre que se añoran los orígenes... Y cuando no, también.
Disfrutad la lectura. No os defraudará.
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