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miércoles, 5 de febrero de 2020

Palabras filmadas (38): La playa de los ahogados (2015)

Domingo Villar (Vigo, 1971-) ha escrito tres libros de gran éxito encuadrados dentro del género de novela policíaca, con el inspector Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez como protagonistas, en las que ha ido desarrollando exponencialmente caracteres y situaciones: Ojos de agua (2006), La playa de los ahogados (2009) en la que se basa la película del mismo nombre y El último barco (2019). La serie ha sido traducida a 15 idiomas y ha obtenido diversos premios. 

Como en casi todas las obras de este género literario, que está viviendo un momento dulce en España al socaire de los escandinavos y siguiendo también las premisas de los autores tradicionales de Sherlock Holmes para acá, en La playa de los ahogados los investigadores son dos, en este caso del mismo sexo, que se complementan pues sus temperamentos no pueden ser más opuestos: Caldas es introspectivo, sosegado y cauteloso y Estévez es visceral, impaciente e impulsivo. Por otra parte, Caldas tiene detrás una historia familiar un poco complicada, es solitario y vive totalmente centrado en el trabajo. Sin embargo, no cae en los excesos, a veces ridículos, de otros atormentados protagonistas de novela negra que parecen acumular sobre sí mismos todos los vicios y las desgracias imaginables, haciendo que el lector se llegue a preguntar cómo es posible que con esa mochila tan pesada a la espalda puedan tener la mente despejada para hacer su trabajo y capturar al culpable.   

El punto de arranque de la película La playa de los ahogados es la aparición en la playa de la Madorra, en Panxón, costa de Vigo, del cuerpo de un marinero. Uno más de los muchos que las olas arrojan a la arena, arrastrados por la marea desde tiempos pretéritos, procedentes de los naufragios. La mayoría son cadáveres anónimos, que los paisanos recogen y entierran posteriormente en el cementerio del pueblo. Pero éste tiene las muñecas atadas con una brida de plástico, lo que parece indicar en un primer momento que se trata de un suicidio. 

Caldas (Carmelo Gómez) y Estévez (Antonio Garrido) reciben el encargo de ocuparse del caso, que pronto empieza a complicarse ya que el forense determina que el marinero muerto, Justo Castelo, afincado en el pueblo de Panxón y bien conocido por sus habitantes, lleva la brida colocada de tal forma que no ha podido atársela él mismo y, además, le han golpeado antes de morir. Los dos investigadores empiezan a indagar sobre la vida y el pasado del muerto, lo que les lleva hasta el misterioso naufragio de un pesquero llamado Xurelo durante un temporal ocurrido catorce años antes. Averiguan que Castelo formaba parte de la tripulación de ese barco junto con otros dos marineros y el patrón, el capitán Sousa, el único de ellos que no sobrevivió. Tirando poco a poco de este hilo Caldas y Estévez intentarán averiguar quién mató a Castelo y por qué.  

Los interrogatorios al entorno del muerto serán un arma de gran importancia en las pesquisas, poniendo de relieve también la aludida diferencia de caracteres entre los dos investigadores, pues mientras que el gallego Caldas sabe extraer con paciencia la información de los recelosos vecinos, el aragonés Estévez se desespera cuando las respuestas a sus preguntas son otras preguntas, lo que choca con su carácter directo: “Esto es lo de siempre, aquí la gente abre la boca para no decir nada”. Esto lleva a Caldas a templar gaitas a menudo, impidiendo que su ayudante se deje llevar por su temperamento y tome medidas más contundentes, aunque en ocasiones le venga bien. A veces esta forma de ser de Estévez da lugar a momentos cómicos, pues no entiende a los gallegos y está convencido de que tratan de tomarle el pelo con sus divagaciones, sin comprender que en ese contexto el único raro es él.

Dividida en una serie de capítulos que recuerdan su origen literario, toda la acción se desarrolla en las Rías Bajas, entre Vigo y los pueblos del Concello de Nigrán, especialmente Panxón, donde se encuentra la playa de la Madorra (la de “los ahogados”) y nos regala los ojos con algunas vistas espléndidas del paisaje gallego y de su litoral. Como en otros casos, la fama alcanzada por novelas y película ha dado lugar a un itinerario turístico por los lugares en que se mueve Caldas, que no sólo abarca el paisaje. De hecho, Domingo Villar traza en sus obras un retrato lleno de matices de la idiosincrasia gallega desde cualquier punto de vista, caracteres, gastronomía, paisajes, supersticiones y misterios… en resumen, toda la filosofía de vida de los habitantes de esa zona de Galicia que también se ha sabido reflejar en la pantalla.  

La playa de los ahogados es una película con una trama interesante, en la que los personajes van descubriéndonos la historia a base de flashbacks, que no decae, manteniendo entretenido al espectador todo el tiempo. Está bien contada, con un ritmo sosegado, sin sobresaltos, que poco a poco nos va metiendo en la historia llevados por las pesquisas de este par de sabuesos en busca de un asesino. 

La dirección de Gerardo Herrero es muy correcta y las interpretaciones son impecables, reflejan fielmente los caracteres de los personajes de la novela. Destacaremos en el apreciable conjunto la de los dos policías encarnados por Carmelo Gómez y Antonio Garrido, que saben contraponerse muy bien, así como la de Luis Zahera (el pescador José Arias). 

Rodada al mismo tiempo en castellano y gallego, esto supuso una dificultad añadida para los actores no gallegos como es el caso de Carmelo Gómez. 

A pesar de sus buenas cualidades, la crítica no fue muy benévola, considerándola inferior a la novela en la que se basa, algo a veces incongruente, ya que el lenguaje literario y el cinematográfico no tienen nada que ver. Suponemos que Villar debió tenerlo claro desde el principio ya que es coautor del guion junto a Felipe Vega. 

Aunque obtuvo 22 candidaturas a los Goya de 2016 no llegó a conseguir ningún premio.




Imagen: Filmaffinity
Tráiler: Youtube

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