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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Palabras filmadas (40): Extraños en un tren (Strangers on a Train, 1951)


Este año se conmemoran los 40 años de la muerte del mago del suspense Alfred Hitchcock (Leytonstone, Londres, 13 de agosto de 1899-Bel Air, Los Ángeles, 29 de abril de 1980). 

Archiconocido entre el público, fue el primero en ser considerado en la historia del cine como director estrella aunque no siempre fue así. 

A pesar de su popularidad y del éxito de sus películas, cinco de las cuales formaron parte de las nominadas al Óscar al mejor director, sin conseguirlo nunca, para Hollywood, a donde había emigrado desde su Londres natal para luego nacionalizarse norteamericano, era sólo un artesano, no un verdadero creador. Hasta que los directores franceses de la nouvelle vague como Éric Rohmer, Jean-Luc Godard o François Truffaut empezaron a rendirle admiración en artículos y libros, resaltando su originalidad y su maestría como director, reivindicándole y haciéndole justicia ante los ojos del mundo y más propiamente, de la esquiva industria del cine, demostrando que poseía una personalidad y un estilo propios y característicos. 

Su carrera duró más de medio siglo y algunas de sus películas se encuentran entre las obras maestras de la pantalla: Rebeca, Recuerda, Encadenados, La ventana indiscreta, Vértigo, Con la muerte en los talones, Psicosis, Los pájaros, Marnie… por citar algunas. Siempre dentro del género de suspense, son características habituales de sus películas el voyeurismo del espectador, con el que juega, dándole información que no poseen los personajes para crear una atmósfera de tensión extrema que no se desvanece hasta el The End, o bien hurtándosela para sorprenderle; los golpes de efecto, las tramas basadas en asesinatos, los mcguffin o misterios que sólo sirven para despistar y, sobre todo, su espectacular manejo de la cámara y los novedosos montajes, todo lo que se ha dado en llamar el toque hichtcockiano, tan admirado e imitado por sus seguidores. 

Extraños en un tren es una notable película de 1951, es decir, al principio de su etapa de mayor esplendor. Está basada en la primera novela del mismo título de Patricia Highsmith y su guión fue firmado, entre otros, por Raymond Chandler. Hitchcock rápidamente la adaptó a su estilo, dándole un toque psicológico propio a los personajes alejándose del texto de Highsmith y centrándose en la trama de chantaje y misterio que parte de una premisa muy original. Su protagonista es un jugador de tenis, Guy Haines (Farley Granger) que, casualmente, en el transcurso de un viaje en tren, traba conversación con otro pasajero, Bruno Antony (Robert Walker); este sabe, por la prensa del corazón, que Guy quiere casarse con la hija de un senador, Anne Morton (Ruth Roman), de la que está muy enamorado, pero su actual esposa, que le ha sido infiel, le está poniendo toda clase de trabas para divorciarse. 

Sorprendentemente, Bruno le hace una propuesta a Guy: él matará a su mujer, dejándole el campo libre para casarse y Guy matará al severo padre de Bruno, el obstáculo que le impide disfrutar de la fortuna familiar sin dar cuentas a nadie. Al no existir un móvil para el doble crimen, ambos quedarían impunes. Guy lo toma como una broma y rápidamente se olvida del asunto, pero no Bruno, que ha hecho su propuesta totalmente en serio y, sin perder tiempo, se dispone a cumplir con su parte del presunto trato. 

Rodada en blanco y negro, Extraños en un tren recurre a un elemento habitual de las películas de Hitchcock como es el falso culpable, el hombre corriente que sin querer se ve envuelto en un delito y debe luchar por demostrar su inocencia ante las fueerzas del orden que le persiguen para incriminarle. La película cuenta con algunas escenas magníficas y llenas de originalidad, como la del inicio en una estación de tren o el reflejo del crimen en el cristal de unas gafas y, por supuesto, aquellas en las que la tensión sube al máximo como las del partido de tenis o el tiovivo. Tampoco falta el típico cameo del director. 

La pareja protagonista responde, en el caso de él, Guy Haines (Farley Granger), al típico personaje masculino de este director: moreno, guapo, oculta un misterio; no así el de ella, Anne Morton (Ruth Roman), muy bella y de gran personalidad pero que también resulta ser morena y no una rubia gélida, una de esas excepciones a los estereotipos creados por Hitchcock. A ellos se unen Robert Walker como Bruno Antony, en una interpretación excepcional de un personaje de características psicopáticas, antecedente del Norman Bates de Psicosis y Patricia Hitchcock, la hija del director, que interpreta a Bárbara Morton, la hermana de Anne, un personaje crucial en la trama. 

Extraños en un tren, un éxito desde su estreno, fue nominada al Oscar en 1951 a la Mejor fotografía en Blanco y negro (Robert Burks) y al mejor director por el Sindicato de Directores (Alfred Hitchcock).

Imagen: Imdb
Tráiler: Youtube 


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