En el patio de la Biblioteca de Educación hay un inquilino que para los bibliotecarios y estudiantes es un símbolo de supervivencia; entre el cemento frío de ese patio está nuestro Madroño, representando la imagen de la vida.
El humorista y caricaturista Antonio Mingote en su libro Historia de Madrid, afirma sobre el símbolo de la capital, el oso y el madroño «[...] el oso del escudo de Madrid se aferraba al madroño para impedir que algún concejal lo talase». Nosotros hubiéramos querido ser ese oso, para que nadie lo corte, para que nadie lo dañe, pero ¿cómo luchar contra la nieve? Su fuerza blanca lo ha rajado, y ha rajado un poquito nuestra alma.
Porque huele a madroño en noviembre,
perfumando nuestro patio, nos ofrece
bolitas anaranjadas como pequeñas esferas de navidad que dan contraste a su
verde profundo, es alegría, es fruta que es aperitivo o merienda para el que
pasa por allí. Es increíble que la hermosa nieve haya podido hacerle tanto
daño, esperamos que llegue mayo, que pase la pandemia, que la nieve no lo mate,
que pueda reposar sereno, meditabundo, que sus hojas sean el símbolo de la vida
que continúa.
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