En "Los años dulces", el dibujante de manga Jiro Taniguchi adapta al cómic la novela de la escritora japonesa Hiromi Kawakami “El cielo es azul, la tierra blanca. Una historia de amor” (2001). Jiro Taniguchi, fallecido justo hace dos años, ha sido uno de los más importantes dibujantes japoneses de los últimos tiempos. Con un estilo sobrio y detallista consiguió, a través de su numerosa obra, tender un puente entre el manga y el cómic occidental. Prueba de ello es que es uno de los autores de manga más conocidos fuera de Japón. Aunque el manga en España solo lo tenemos asociado a obras del tipo de Bola de Dragón, Pokémon o Akira, hay que tener en cuenta que “Manga” es la palabra japonesa para designar las historietas o cómics en general. Hay infinidad de ramificaciones o subgéneros que engloban todos los tipos de cómics que nos podamos imaginar, desde lo más juvenil y colorido hasta lo más maduro y profundo.
"Los años dulces" nos narra la historia de un encuentro casual, el de Tsukiko de 37 años con su antiguo profesor de instituto, que desemboca en una relación íntima, de amistad, de amor y compañerismo que gira en torno a lo cotidiano. Sus encuentros son en tabernas donde degustan platos típicos de la cocina japonesa (la gastronomía está presente en muchos de los cómics de Taniguchi) y beben sake. Sus planes consisten ir a buscar setas al campo, visitar un mercadillo callejero o hacer un picnic a la sombra de los cerezos en flor. Pero es en estas cosas cotidianas donde los personajes van alimentando su intimidad, y ,como espectadores, nos podemos asomar a una forma de relacionarse en la que un pétalo de una flor de cerezo que cae en un vaso de sake, un rallador de verduras o una conversación sobre béisbol (uno de los deportes más populares en Japón) son todo un mundo en sí mismos. Observando las pequeñas cosas, nos damos cuenta de que la vida está aquí y ahora, justo delante de nosotros. Y así, los gestos sutiles, las miradas y los silencios son una forma de comunicarse y conectar de inusitada fuerza si somos lo suficientemente pacientes.
El dibujo de Taniguchi, con su sencillez, su meticulosidad y su sobria cercanía llena de emoción, es el medio ideal para transmitir los sentimientos de descubrimiento, intimidad y cotidianidad de hemos mencionado. Un dibujo claro en blanco y negro sin artificios, con unos decorados llenos de matices y detalles, que ahonda en la contenida emoción de la historia. Es como si pudiéramos sentir la presencia de los personajes a través de sus miradas y su lenguaje corporal. Todo ello en pasajes sin apenas diálogos y en viñetas que contienen un lirismo del que Taniguchi hizo gala en toda su obra. Una virtud por la que algunos le han llamado “el poeta del manga”.
"Los años dulces" nos invita a adentrarnos en el encuentro íntimo de dos personas. Dos almas con su propio periplo vital que deciden dejarse llevar y compartir su tiempo sin expectativas, pero con paciencia, respeto y autonomía. Una historia de amor tan sencilla y, a la vez, tan inusual en los tiempos que vivimos.
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