De familia acomodada, estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Valencia, aficionándose a la política y mostrando sus simpatías hacia las ideas anarquistas. Empezó a ejercer en el periodismo escribiendo artículos de crítica teatral para periódicos locales; también realiza traducciones del francés y escribe unos ensayos donde refleja su ideología. Leopoldo Alas Clarín le definió como un anarquista literario, tanto por los contenidos de sus escritos de aquellos primeros años como por la forma de plasmarlos.
Tras estudiar en Granada y Salamanca, se afinca desde 1896 en Madrid, donde realiza diversas colaboraciones con periódicos republicanos como El País o El Progreso, con diferentes seudónimos; poco a poco se va dando a conocer en el resto de la prensa escrita y trabaja para otras publicaciones y periódicos como El Globo, El Imparcial o ABC. Su seudónimo definitivo, Azorín, lo toma del protagonista de una trilogía de novelas autobiográficas que escribió en 1902, La voluntad, Antonio Azorín y Las Confesiones de un pequeño filósofo.
Una de sus obras más importantes es Castilla (1912), plenamente identificada con las ideas de la Generación del 98, donde describe sus vivencias por los pueblos castellanos, con la idea de recuperar las tradiciones culturales y sus esencias más profundas.
Poco a poco su ideología va virando hacia posiciones más conservadoras; se convierte en colaborador habitual de ABC y empieza a significarse en política, pues de 1907 a 1919 ejerce como diputado cinco veces e incluso en dos es subsecretario de Instrucción pública. En 1914 empieza a colaborar con el periódico barcelonés La Vanguardia, donde publicó cerca de doscientos artículos entre 1914 y 1917.
Su actividad política se frena durante la dictadura de Primo de Rivera. Durante la Guerra Civil se refugió en Francia, regresando a su término con ayuda de Ramón Serrano Suñer, a quien siempre le mostró gratitud y le dedicó su relato El pasado (1955).
En sus últimos años escribió, sobre todo, crítica cinematográfica, siendo un auténtico pionero en el género, lo que le valió la concesión de la Medalla a la mejor labor literaria del Círculo de Escritores cinematográficos (1950). Azorín, además, era miembro de la Real Academia Española y recibió la orden de Alfonso X El Sabio.
Azorín reflejó en su obra las características de la generación de 1898, formada por un grupo de escritores que, afectados por el desastre de la guerra con Estados Unidos y la consiguiente pérdida de las últimas colonias españolas en ese año trágico, se manifestaba en contra de los excesos grandilocuentes y la retórica rebuscada de los escritores anteriores. El estilo de Azorín se caracteriza por la sencillez, la claridad, la utilización de frases cortas y la correcta puntuación, que influirán notablemente en escritores y periodistas. Como él mismo decía: “La elegancia es la sencillez. No seamos afectados. Llegan más adentro en el espíritu los hechos narrados limpiamente que los enojosos e inexpresivos superlativos… Colocad una cosa después de la otra. Nada más, esto es todo”.
Imagen: Retrato de Azorín, por Ramón Casas, conservado en el MNAC (Wikipedia)
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