La leyenda en torno al llamado hombre de la máscara de hierro ha convertido con el paso del tiempo a su desdichado protagonista en el prisionero más famoso de Francia. Pero ¿qué hay de verdad y de mentira en esa historia?
Cuentan las crónicas que cuando el pueblo de París tomó la Bastilla el 14 de julio de 1789, se descubrió que en sus archivos constaba la existencia de un prisionero misterioso que permaneció aislado del resto hasta su muerte en 1703 y que, para que nadie supiese quién era, llevaba la cara cubierta con una máscara de terciopelo.
Incluso hubo quien, Biblia en mano, juraba que en una recóndita mazmorra se habían encontrado los restos de un hombre desconocido que portaba un casco o máscara de hierro que le cubría rostro y cabeza.
Como quiera que en la época de Luis XIV era habitual que se encerrara en esta prisión a notables que habían caído en desgracia ante el rey, borrándoles así del mapa, las especulaciones sobre la identidad de este prisionero empezaron pronto. Parece ser que el primero en hablar de él fue el filósofo Voltaire, que estuvo preso un tiempo en la fortaleza y oyó hablar de este misterioso personaje, que, aunque era tratado de manera exquisita, no podía relacionarse con nadie bajo pena de muerte inmediata y que ocultaba su identidad bajo una máscara.
A través del tiempo, se ha especulado mucho con la identidad del reo, dejándose caer nombres como los del auténtico D’Artagnan, algún ministro de finanzas o general venido a menos en la corte o incluso algún miembro de la familia del Rey Sol... Lo único cierto es que el secreto continúa bien guardado.
Tras la caída de la Bastilla proliferaron los relatos en torno a ella y sus desgraciados habitantes y, naturalmente, una historia como esta del prisionero misterioso, llena de posibilidades y con tanto poder para estimular la imaginación de las buenas gentes no podía pasarle desapercibida a uno de los más grandes fabuladores de la literatura francesa decimonónica: Alejandro Dumas padre (Villers-Cotterêts, 24 de julio de 1802-Puys, cerca de Dieppe, 5 de diciembre de 1870).
Era hijo del general Alexandre Dumas, “el conde negro", quien fue uno de los militares más populares de la república y compañero de armas de Napoleón. Su imponente figura planea sobre alguno de los personajes más famosos de este autor como el Conde de Montecristo pues tuvo una vida digna de novela (vamos, como si la hubiera escrito su propio retoño) ya que era fruto de la unión de una esclava negra de Haití y de su amo, un decadente aristócrata francés. El propio escritor Alejandro Dumas sufriría durante su vida las burlas de algunos de sus contemporáneos, que le despreciaban por ser mulato.
El popular y prolífico Dumas creó algunos de los personajes más conocidos de la literatura de aventuras histórica, protagonistas de obras como Los Tres mosqueteros, El Conde de Montecristo, La Reina Margot o El tulipán negro, entre las más famosas. Solía publicarlas a la usanza del momento, es decir, por entregas y a veces recurría a algún escritor poco conocido para que le ayudara a rematarlas.
La historia de El hombre de la máscara de hierro aparece en la tercera parte de la trilogía de D’Artagnan, un mosquetero que sirvió realmente a las órdenes de Luis XIII y Luis XIV, publicada entre 1844 y 1848, formada por las novelas Los Tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne, llegando a ser editada a veces como una novela aparte, proporcionándole fama mundial.
En la tercera parte, El vizconde de Bragelonne, se narran las últimas aventuras de los mosqueteros, que se ven mezclados en diversos lances, entre ellos el relacionado con el misterio que envuelve a un prisionero de la Bastilla, encerrado en una mazmorra, aislado del mundo y cuya cara aparece oculta tras una máscara (esta vez sí) de hierro, para evitar que sea reconocido porque si se la quitara podría ocasionar graves problemas al rey ya que se trataría de su hermano gemelo, Philippe, al que Luis XIV ha decidido poco menos que enterrar vivo para que no le dispute la corona.
La trama sirvió de argumento a varias versiones cinematográficas, del cine mudo para acá, siendo la más reciente la de 1998, dirigida por Randall Wallace, autor también del guion. Aquí volvemos a encontrarnos a los mosqueteros en plena madurez, con gran experiencia en la vida y en las armas, lejos ya de la audacia y la temeridad de sus primeras aventuras.
D’Artagnan (Gabriel Byrne) es un hombre prudente, fiel sobre todo a su rey, que trata de conjugar sus principios con las órdenes que recibe.
Athos (John Malkovich) es doblemente noble, como miembro de la aristocracia ya que es el conde de la Fère y por su honorable forma de ser.
Porthos (Gérard Depardieu) es el vividor, que necesita de la acción y de las aventuras amorosas para sentirse feliz y que quizá es el que acusa más el paso del tiempo debido a sus achaques que no le permiten los excesos de antes.
Aramis (Jeremy Irons) es el místico que al mismo tiempo sabe ser soldado y hombre de mundo, el más propenso a las intrigas y el que más secretos sabe guardar.
Luis XIV (Leonardo di Caprio) es un rey adolescente, lleno de vida, inclinado a la arbitrariedad y los abusos, lejano e indiferente a los padecimientos de su pueblo.
Philippe, el alter ego de Luis XIV (también Leonardo di Caprio) es la víctima, repudiado y escondido por su familia a causa del odio y las maquinaciones de su hermano, en el fondo un alma pura que se revuelve en el cieno.
El filme es una típica producción de aventuras, con espléndidos decorados naturales y mucha acción al estilo clásico, espectacular, que se distingue por reunir a un grupo de actores excepcionales como pocas veces se ha visto, que se adueñan de los personajes y dan lo mejor de sí sin aparente esfuerzo. Frente a ellos, Leonardo di Caprio hace lo que puede (no lo tiene fácil) en su doble papel de rey y víctima, lo mismo que Peter Sarsgaard (Raoul, vizconde de Bragelonne), en su pequeño pero crucial papel.
Imagen: Filmaffinity
Tráiler: Youtube
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