La novia gitana está firmada con
seudónimo. El autor se oculta tras un nombre que, supuestamente, no es
el de su DNI. Poco se sabe de su identidad. En las entrevistas contesta a
todas las preguntas excepto a una: ¿Quién es Carmen Mola?
Resulta curioso que, en los tiempos que corren, con la multitud de escaparates de vanidades al alcance de todo el mundo, haya quien no quiera mostrarse para recibir las loas de su entregado público y gozar de la espuma del éxito que su creación le ha devuelto. No le interesan los corrillos literarios del momento. Solo quiere escribir.
Las fotos que ilustran sus entrevistas, presentan siempre una silueta cubierta con una gabardina. Aunque su melena podría atribuirse a una mujer, nadie puede estar seguro de que no sea una peluca. Sus manos parecen femeninas y su literatura también.
Poco me importa la identidad de quien escribe, me interesa lo que tiene que decir y cómo lo dice. Si viste de Armani o de saldo de mercadillo... me da igual. También podría ser una estrategia de marketing. Si lo es, ha salido redonda.
Sea como sea, en la novela hay una verdad indiscutible: atrapa desde el principio y capítulo a capítulo. Sobre la trama me viene a la cabeza de forma insistente una única palabra y, aunque lo he intentado, no soy capaz de encontrar otra: brutal. Por violenta y por grande. Reúne y armoniza las dos acepciones y ninguna de las dos quita espacio a la otra.
El argumento está construido en torno al asesinato de una joven la noche de su despedida de soltera. El caso presenta dos particularidades: el ritual empleado para matar a la muchacha es la primera, y la segunda que siete años antes, su hermana fue asesinada del mismo modo y su asesino cumple condena en prisión. En principio, todo apunta a un imitador.
De la resolución del caso se va a ocupar una unidad especial de la policía. Al frente de ella, Elena Blanco. Una inspectora muy peculiar a la que le gustan los coches antiguos, las canciones de Mina Mazzini, el karaoke, el sexo de consumo rápido y la grappa. Como suele ocurrir con los detectives del género, ella también vive un presente atormentado por su pasado.
Lo cierto es que siendo el personaje vertebrador de la historia, también es, en mi opinión, el punto flaco del reparto. A priori, resulta un arquetipo de la novela negra, pero algo sobredimensionado y poco probable, aunque no imposible. Lo sé, es la magia de la ficción. Pero me cuesta mucho creer que un común mortal sea capaz de ocuparse de resolver un crimen de semejante envergadura, tras sucesivas noches sin pegar ojo, con una botella diaria de aguardiente de casi cincuenta grados corriendo por las venas y el azote de un trágico episodio personal machacándole las neuronas. El tormento llevado al límite, bordeando el abismo. O estamos ante una superheroína o, de natural, me cuesta verlo.
Contra todo pronóstico, la escena final abre puertas y ventanas a una trepidante segunda parte. Es como un final de temporada de serie americana, se queda en lo más alto. Y, efectivamente, trama y personaje son carne de serie, y como tal están construidos.
La segunda parte, La red púrpura, ya está en las librerías, y pronto en nuestra biblioteca. Los derechos para su adaptación a la pantalla están negociados. No habrá que esperar mucho para ponerle cara a la inspectora y a su equipo y ver el desarrollo de la historia por las calles de Madrid.
No dejéis de disfrutar de la lectura.
2 comentarios:
Muchas gracias por esta introducción a la lectura. Tus comentarios estimulan las ganas de leer y disfrutar de las historias que tan finamente perfilas.
Me parece una gran recomendación, sobre todo la forma en q nos invitas a leerlo. Gracias!!
Publicar un comentario