El vicio del poder es una biografía de Dick Cheney (Lincoln, Nebraska; 30 de enero de 1941) vicepresidente de EEUU con George W. Bush en el periodo comprendido entre 2001 y 2009, contada de una forma ingeniosa y poco habitual.
La voz en off de un veterano de la guerra de Irak va a ser el hilo conductor que guíe al espectador a través del relato que se muestra en pantalla.
La película está estructurada en dos partes. En la primera nos hablan de los años de juventud de Cheney (Christian Bale), un bala perdida, borracho y pendenciero, sin oficio ni beneficio, expulsado de Yale, al que rescata del abismo su esposa Lynne (Amy Adams) una de esas mujeres fuertes que viven a través de los logros de sus maridos ya que las convenciones sociales les impiden conseguirlos por sí mismas.
Gracias a Lynne, Dick, que resultará ser un buen esposo y padre de familia, endereza su vida y empieza su carrera de burócrata gris en Washington, pasando por las administraciones republicanas de Nixon, Reagan y Ford. Aprenderá a moverse por las aguas encenagadas de ese mundo gracias a los políticos más influyentes del momento y sobre todo conocerá a Donald Rumsfeld (Steve Carell), cuyos intereses comunes los llevarán a colaborar de manera estrecha posteriormente.
Alejado de Washington durante el periodo demócrata de Carter, se dedicará a los negocios, prosperando en empresas ligadas al petróleo como Halliburton de la que se convertirá en CEO.
La segunda parte de la película (y de la vida de Cheney) se desarrolla en la pantalla tras un falso (y muy sorprendente) final con títulos de crédito incluso, pero de nuevo la voz en off nos orienta por la parte más controvertida de su biografía. Cheney vuelve a la política con George H.W. Bush pero acaba encontrando su gran oportunidad para convertirse en un personaje todopoderoso gracias a George W. Bush (Sam Rockwell). Formará tique con este como su vicepresidente, un cargo por tradición meramente ornamental a no ser que muera el presidente y que él sabrá reconvertir de manera callada y astuta hasta llegar a ser el auténtico mandatario en la sombra frente a un Bush que le cede los poderes sin pestañear.
Desde su puesto continuará con sus maniobras a favor de una política ultraliberal, levantando controles y barreras que irán mermando las libertades y derechos de los ciudadanos para atesorar más poder, enriqueciéndose a base de favorecer a empresas sin escrúpulos, alentando la creación y explotación de medios afines para manipular la realidad… unas prácticas que se ha demostrado que siguen vigentes con la presidencia de Donald Trump.
Todo esto llegará a su paroxismo con los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. A pesar de que las pruebas incriminan claramente a Osama Bin Laden y Al-Qaeda, para Cheney, Rumsfeld y su equipo no es suficiente y deciden crear un chivo expiatorio. Culparán del ataque a Sadam Hussein acusándole de poseer armas de destrucción masiva, convenciendo a los americanos y al mundo entero de que es la cabeza visible del llamado “eje del mal” (formado por Irán, Irak y Corea del Norte), dando lugar a la guerra de Irak. Mientras tanto, libres de Sadam, aprovecharán la ocasión para lucrarse personalmente por medio de concesiones directas a empresas afines (como Halliburton) para explotar los campos petrolíferos de Irak y ganar dinero a espuertas sin importarles las consecuencias.
El vicio del poder relata, por tanto, hechos muy duros pero con distanciamiento, intentando no cargar las tintas, como si la realidad (o lo que el cineasta entiende por tal, ya que algunos acontecimientos no han podido ser contrastados y por tanto son una interpretación) por sí sola fuera suficiente y no necesitara aditivos. Su director y guionista, Adam McKay tiene la virtud de no hacer una caricatura de Cheney aunque no escatima en mostrar momentos satíricos, ridículos e infames de su biografía utilizando no sólo el drama y la comedia sino también noticieros de la época que dan un toque de documental periodístico a la narración.
Un puntal importantísimo de la película es su reparto, con actores de extraordinario nivel empezando por Christian Bale quien hace de nuevo un ejercicio de transformación extrema para representar físicamente a Cheney, pero no sólo es eso, sino que parece haberse contagiado de su yo más íntimo porque lo expresa todo con la voz y la mirada más que con los gestos. Nominado al Oscar, no lo consiguió pero sí se llevó el Globo de Oro a la mejor interpretación masculina principal y otros diversos premios y nominaciones en reconocimiento a su excelente trabajo.
Amy Adams (Lynne Cheney), Steve Carell (Donald Rumsfeld) y Sam Rockwell (George W. Bush) demuestran igualmente su gran categoría de intérpretes con caracterizaciones brillantes.
También hay espacio para los cameos, principalmente de dos actores: Naomi Watts y Alfred Molina, interviniendo este último en una tan significativa como asombrosa escena que retrata de la manera más original la catadura moral de Cheney y su equipo.
Imagen: Filmaffinity
Tráiler: Youtube
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