Las anécdotas sobre las dificultades para filmarla forman ya parte de la leyenda: el rodaje empezó en 1948 en Marruecos y cuando el equipo se encontraba a punto de empezar a filmar, el productor italiano se declaró en bancarrota. La participación francesa se frustró y Hollywood se negó a intervenir. En lugar de abandonar el rodaje, Welles empezó a invertir su propio dinero en el proyecto, mientras filmaba como actor. El rodaje fue paralizado varias veces, los contratos con los actores se complicaron y hubo que cambiar de localizaciones varias veces. El propio Welles contó que el asesinato de Rodrigo debió filmarse en un baño turco porque el vestuario que necesitaban para la escena original aún no estaba acabado.
Pero lo cierto es que en 1952 fue estrenada en Cannes y el éxito obtenido la catapultó directamente a Estados Unidos, donde la United Artists obligó a Welles a hacer numerosos cambios, incluyendo el doblaje de varios personajes. Sesenta años después la película se considera un clásico. Ahí está la maestría técnica de Welles que adapta la tragedia shakesperiana manteniendo el lirismo del texto original y enfatizando el encuadre y la fotografía para expresar el deterioro del protagonista.
El propio Welles encarna a Otelo, un moro que llega a Venecia y se enamora de la aristócrata Desdémona (Suzanne Cloutier). El romance genera oposiciones de todo tipo pero logra vencer los obstáculos. No obstante, con el paso del tiempo, Otelo es víctima de los celos que lo conducen a sospechar de su mujer y de sus hombres de confianza.
Esa lucha interna del protagonista es retratada por Welles a través de lo técnico: mientras persisten el romance y la felicidad, la cámara se desplaza con lentitud, para pasar luego a un predominio de los claroscuros, al contraste entre luces y sombras y los primeros planos que refuerzan la locura de Otelo. La banda sonora es de A. F. Lavagnino, quien colaboraría con Welles en otras dos adaptaciones de Shakespeare: Campanadas a medianoche (1965) y El mercader de Venecia (1969).
Si los temas de la tragedia shakesperiana son los celos desmedidos, la locura y el desenlace fatal, la adaptación de Welles les hace honor. Los últimos planos son de un lirismo fiel al planteamiento original y presentan un Otelo carcomido por la demencia y la perdición, clamando por una justicia que su rostro sumido en la oscuridad pronuncia: "Speak on me as I am".
Imagen: IMDb
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