Cielo amarillo fue dirigida por William A. Wellman, uno de los artesanos de Hollywood e interpretada por Gregory Peck, Anne Baxter y Richard Widmarck. Su guión está basado en una historia de W. R. Burnett, escritor del género negro, lo que le da una impronta característica a la película y en La tempestad (The Tempest) de William Shakespeare (1564-1616), autor del que este año conmemoramos el cuarto centenario de su muerte.
Su argumento es el siguiente: una banda de forajidos formada por unos cuantos renegados unionistas de la recién acabada Guerra de Secesión, se dedica a robar bancos por los pueblos del lejano Oeste que encuentra a su paso. En su última incursión son perseguidos por una patrulla de la caballería hasta el mismo borde de un temible desierto de sal, donde se internan para continuar su loca huida; a punto de morir de sed, se dan de bruces con Cielo amarillo, un pueblo fantasma abandonado por los mineros. A su llegada son recibidos a punta de rifle por un anciano y su nieta, los únicos habitantes. Los forajidos no tardan mucho en deducir que su permanencia en esos andurriales sólo puede deberse a que han encontrado un filón de oro y rápidamente empiezan a forjar un plan para hacerse con él.
Se trata de un western atípico con un guión en el que, sin embargo, caben todos los elementos clásicos del género: los forajidos, la caballería, el pueblo fantasma, los duelos entre pistoleros e incluso los apaches, que son mezclados hábilmente para dar lugar a una película muy entretenida, de buen ritmo y que mantiene al espectador interesado hasta el final.
Las interpretaciones de todo el reparto son magníficas, destacando las del trío protagonista, una Anne Baxter soberbia, encarnando a la joven que con su inocente sensualidad se convierte en el centro de la trama, disputándose con el oro el foco de atención del grupo de hombres sin ley. Gregory Peck, por su parte, le da la réplica encarnando al renegado jefe de la banda en uno de sus escasos personajes oscuros y como contrapunto, el excelente Richard Widmarck interpretando un personaje de los que le hicieron famoso al principio de su larga carrera, el del pistolero jugador y cínico que se deja dominar por la avaricia, componiendo un malo de antología.
A destacar también la banda sonora de Afred Newmann y la bellísima fotografía en blanco y negro de Joseph McDonald, como guinda de este muy recomendable pastel.
Imagen: IMDb
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