Dicen por ahí que después de Alaska y Almodóvar vestidos de fallera, de la movida y de Tierno Galván y su colocarse y al loro, dicen, aunque no estoy muy seguro, que vinieron los años noventa. Fue antes del efecto 2000, de que el abuelo Patxi tuviera móvil e Internet llegara hasta Covarrubias del Monte. Los años noventa: la frontera entre dos aguas, la línea que separa los dos carriles de una carretera comarcal, allí donde parece que no pasa nada porque hay crecimiento económico, los bloques crecen como champiñones regados por promotores y concejales y el PIB bien, gracias. Por el espejo retrovisor se alejaban las agujas hipodérmicas y los iluminados con tricornio, la gente se moría de sida y le ponía nombre a su enfermedad, el franquismo era una cosa vieja y fea y los chicos y las chicas iban a la universidad para labrarse el futuro que no habían tenido sus padres. La política era la Fiesta del PCE en la Casa de Campo, donde tocaban los grupos que nos decían que la sociedad nos oprime y no nos entiende, se gritaba y se saltaba con cuidado de no tirar el mini y venga hazte otro peta que la vida son cuatro días y dos se pasan durmiendo y uno de resaca. Podemos llamar a eso nihilismo juvenil u onanismo moral, como se quiera. Lo de sexo, drogas y rock and roll está muy manido. O podemos llamarlo tengo veinte años y esto se va a acabar en cuanto papá se ponga serio y me diga o estudias o trabajas.
José Ángel Mañas, con veintidós años, dice yo me escribo una novela en un verano, la presento a un premio y lo pongo todo patas arriba. Y un señor con los pelos de Doc el de Regreso al futuro y barba para despistar le dice al joven vente conmigo y hagamos un guion porque esto que has escrito es una bomba y hay que filmarlo. Y así se rueda Historias del Kronen, en Madrid, a un lado y a otro de la Emetreinta (Mañas dixit): de Malasaña a los barrios pijos de la capital, parcelitas muy cucas con césped y piscina. Parece que Mañas le dijo a Montxo que no le gustaba la estética de los personajes. La moda, le dijo el director, es lo primero que pasa de moda. Vale que la estética Obús hubiera desentonado un poco, pero el pelo de Juan Diego Botto y las camisas metidas por dentro con el pantalón a lo Cachuli son difíciles de ver, reconozcámoslo. Aunque está bien así, pues esto no es una historia de tribus urbanas, no nos engañemos: salvo dos de la pandilla que curran y saben lo que es la retribución por mano de obra y la plusvalía del trabajo, el trío principal de la película (Carlos, Roberto y Amalia) son una mezcla extraña entre el pijo superincomprendido y el punki de pandereta: ropita limpia que dobla la chacha, resaca en la piscina y Ford Fiesta para salir a escuchar a los Reincidentes entre cervezas, porros, farlopa al peso y alguna que otra anfeta que la noche es muy larga, tronco. No lo digo con sarcasmo ni con burla, así son los personajes que se ven en la película y se reflejan en la novela: la vida es la letra de un tema barriobajero, mucho alcohol y la sociedad que nos oprime, no nos entiende y no nos deja más salida que la droga. Quejicosos y consentidos. ¿Mamá, me das dinero para salir? Adiós papá, adiós mamá, consíguenos un poco de dinero más, que decía la canción.
Me he preguntado muchas veces qué hubiera pasado si todo se hubiera ambientado, no sé, en Brooklyn, en el Bronx o cualquier distrito de Nueva York. Seguro que en los suplementos literarios o en los cines hubiera tenido más recorrido. Aquí nos gusta mirar las cosas con unos prismáticos al revés: vemos muy lejos las calles y barrios que pisamos, no nos lo creemos. Fíjate, las calles de Malasaña cuando no había escalera ni banco sin litrona y se podía fumar en los bares, la música se gritaba y en los garitos no había diyéis sino pinchas más pasados que el arroz. No hay glamour. Sin embargo para muchos jóvenes que leímos la novela en la adolescencia fue un golpe brutal, directo al mentón, sin concesiones. Otros, los que flipaban con las novelas de la precoz Susan E. Hinton (Rebeldes, La ley de la calle) o El guardián entre el centeno decían que eso del Kronen no era creíble, era costumbrismo de la peor calaña, sucio y drogota, sin valores ni moral. Ay que ver, qué cosas: un chaval de veinte años se mete una raya en un garito de Malasaña y no nos lo creemos; el púber y melifluo Holden Caulfield se pone a hablar de madrugada con un músico en un tugurio neoyorquino como si fueran colegas de la infancia y flipamos con la escena. Somos tan cosmopolitas y tan originales...
Y los jóvenes escritores de los noventa, ¿cómo se reivindicaban, qué hacían? Ahora a más de uno se le encogería el alma al mirar a los compañeros de viaje, pero en 1997 la editorial Lengua de Trapo publica la antología Páginas Amarillas con la nueva generación de novelistas que marcaría el futuro. Ojo, tomad nota de los nombres y si os sonrojáis hacedlo con respeto y moderación. En la antología están, además de Mañas, Ray Loriga, Lucía Etxebarria, Ismael Grasa, Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes y... Juan Manuel de Prada (sí amigos, el mismo). Cómo no iba a ir cada uno a su aire con esa variedad de somatotipos literarios. Se barajó incluso el apelativo Generación Kronen, luego recuperado por Luis Mancha en un libro y un estupendo documental del mismo título. Aquello no podía salir bien de ninguna de las maneras. Ni ellos mismos se creían la etiqueta. Alguno se puso a mirar al cielo en vez de mirar al suelo, que está muy sucio y corres el riesgo de tropezarte con los bordillos, y consiguieron volar muy alto. Otros, los mejores, prefirieron seguir escribiendo sin salir demasiado en la televisión.
3 comentarios:
Estimado bloguero: Le falta a usted mencionar "Menos que cero", de Bret Easton Ellis, y su homónima película, para completar el cerco con la Generación X. Por otro lado, ésto de las Generaciones..., uf, dan un poco de risa --o de pena, según se mire-- pasado el tiempo, ¿no? Gran entrada, como todas las de usté. Ja.
Estimada biblioteca, sólo recordar que José Ángel Mañas se licenció en esta universidad en historia contemporánea y que algunas malas lenguas aseguran que el puente del que cuelgan los personajes hace referencia a el que se encuentra sobre la carretera que va a la UAM.
Un saludo y felicidades por la entrada.
gracias muy buena pelicula saludos bien descrita su reseña
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